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ESPACIOS PARA VIVIR Y MORIR / SPACES TO LIVE AND DIE

MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES, SANTIAGO, 2007

Installation, 640 cardboard boxes on walls.

Espacios mínimos
En la década de los 60 hace aparición en Estados Unidos un tipo de obra cuya materialidad recurría a la utilización de productos industriales o derivados de la producción industrial, cuyas formas consistían en módulos seriados que se repetían en un espacio dado, con posibilidad de proyectarse casi al infinito justamente debido a su serialidad y modularidad, y cuyo contenido no apuntaba a la narración de un tema, sino, como lo planteara Sol Le Witt, demandaba la compenetración intelectual del espectador, quien podría descubrir – o establecer - las relaciones matemáticas y geométricas que estas formas seriadas portaban en su estructura.
Todas estas características apartaban, indudablemente, a este nuevo objeto de la noción más tradicional de escultura.
Por su parte, el trabajo de Catalina Tuca se ha caracterizado por la utilización del fragmento, la repetición y la serie. Aunque hasta hace un par de años el motivo de su pintura estaba constituido por el fragmento del cuerpo humano (tal como se pudo ver en la exposición Repetición única el año 2005 en el Centro Cultural de España), recientemente este trabajo ha dado un primer giro, al proyectarse desde la serialización pictórica hacia la serialización objetual, desde la pintura hacia la escultura.

Partiendo del uso de un elemento material y formal –el cartón apilado- Catalina Tuca llega a establecer una estructura extremadamente simple, extremadamente banal, extremadamente monótona. Sin embargo, en su deambular por la ciudad, esta estructura simple, banal y monótona comienza a aparecerse incesante y persistentemente en el esqueleto de los innumerables edificios en construcción que saturan el espacio urbano de la ciudad de Santiago.

Por otro lado, en su propio imaginario esta forma también se presenta asociada a otras estructuras que le son familiares, los nichos a medio construir, producto del abandono inmobiliario del Cementerio católico de Santiago.

En este tránsito desde el imaginario hacia lo material, la habitación se transforma en modulo, seriado, repetido, idéntico; el hogar se transforma en nicho, estandarizado, extremadamente funcional, impersonal.

Si el minimalismo de los años 60 demandaba al espectador entrar en el juego mental y matemático que su serialidad portaba, si llegaba a una extrema pulcritud visual a partir del uso del material industrial frío y de acabado perfecto, si pretendía alejarse de toda narración, la obra de Catalina Tuca acude al material más básico del proceso industrial (el cartón) para involucrar al espectador en una reflexión y un discurso sobre la trama urbana a partir de dos elementos que conforman sus modos extremos de habitar.

De esta manera, el símil visual entre la estructura de cartón, el edificio de departamentos, y el nicho sepulcral lleva a Catalina Tuca a proponer al Museo Nacional de Bellas Artes Espacios para vivir y morir, en un ejercicio de obra que se plantea desde la materialidad a la visualidad, para arribar finalmente a la reflexión sobre la ciudad.


Soledad Novoa Donoso
Noviembre 2007

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